El cultivo de los olivos en La Rioja se remonta a la época de los romanos. Estos fueron los primeros que extrajeron aceite de oliva. En Murillo de Río Leza se ha encontrado un contrapeso y en Alfaro en un establecimiento torculario se encontró un depósito con grandes manchas de aceite de oliva.
Hay referencias escritas del siglo XVIII en las que se cita el cultivo de olivos y de trujales donde se sacaba el aceite. La ciudad de Alfaro siempre ha sido el centro riojano desde donde se comercializaba la mayoría del aceite.
El olivar riojano crece en suelos pardos, con escaso humos y ricos en caliza, arcillas, limos y arenas. Los suelos tienen un buen drenaje que favorece la calidad de los aceites. Este tipo de suelos hacen que el árbol tenga un crecimiento limitado.
El clima es mediterráneo continental, con inviernos suaves y veranos largos. La lluvia es escasa pero suficiente para que el árbol tenga un desarrollo normal. Al estar en zonas de secano las aceitunas tienen gran cantidad de aceite, con mucho aroma y con escasa acidez.
Las horas de frío (puede aguantar hasta 10º bajo cero) que el olivo soporta en invierno son suficientes para que éste en la primavera tenga una buena floración y desarrollo. Durante la maduración de la aceituna también se produce salto térmico entre el día y la noche, este hecho tiene una influencia positiva sobre la síntesis de antocianos.
La zona de producción de la Denominación de Origen Aceite de La Rioja son todos los municipios de la Comunidad Autónoma de La Rioja.