El aceite de oliva riojano ha sido desde siempre un alimento básico en la alimentación de los habitantes de La Rioja, junto con el vino y el pan. Incluso se ha utilizado como remedio casero (emplastos, friegas, etc.) para aliviar determinadas dolencias humanas. Y desde siempre se ha utilizado como combustible de lámparas para dar luz en ermitas y santuarios. En las casa de los riojanos, sobre todo en las de los agricultores, se consumían habitualmente las aceitunas aliñadas. Se maceraban en agua con sal, tomillo, ajos y cáscara de naranja. Actualmente numerosas poblaciones para promocionar el consumo de aceite a la terminación de la recolección de la aceituna (Arnedo, Préjano, etc.) en los meses de enero y febrero, celebran fiestas en las que se degustan rebanadas de pan de hogaza regadas con aceite de oliva, son las famosa “pingadas”.
Hoy los agricultores de la Comunidad Autónoma de La Rioja nos ofrecen unos aceites de oliva virgen extra de extraordinaria calidad. Recientemente les han concedido la Denominación de Origen con el nombre de “Aceite de La Rioja”. El consumidor español y extranjero puede disfrutar de estos aceites que se caracterizan por su sabor afrutado muy intenso a aceituna verde, recordando al plátano y las fresas. Es un aceite equilibrado y redondo tanto en el paladar como en la nariz. Carece de astringencia.