La zona protegida abarca el sur de la Comunidad Foral de Navarra, limitada al Norte por el encadenamiento de las sierras de Codes, Lokiz, Urbasa, Andia, Perdón, Alaiz, Izco y Leyre.
El área geográfica delimitada por la Denominación de Origen ACEITE DE NAVARRA comprende un total de 135 municipios de las comarcas de Navarra Media, Ribera Alta-Aragón y Ribera Baja, un municipio de la comarca Pirineos, quince de la Cuenca de Pamplona y cuarenta y ocho de Tierra Estella, así como el territorio de Bardenas Reales, que aunque no forma parte de ningún término municipal, es cultivado por agricultores de los municipios mencionados.
El Aceite de Oliva Virgen Extra de Navarra es el aceite de Europa que más al norte se produce. El clima de la zona de producción se caracteriza por una clara influencia mediterránea, con fuertes contrastes térmicos entre invierno y verano, así como diarios, siendo mas acusados en otoño (18 ºC de amplitud), pluviometría escasa (con la mayor parte del territorio dentro de la isoyeta 400 Mm.) y alta insolación (2.500 horas anuales de sol despejado) y con una media de más de 120 días despejados al año, debido principalmente a la influencia del viento dominante del noroeste, conocido como “cierzo”, incrementando el frío del invierno y la aridez del verano. El periodo libre de heladas es de 190 días y la primera helada de otoño tiene lugar en la segunda quincena de octubre.
Los suelos, de moderadamente profundos a profundos, son pardo calizos carbonatados por origen y porque la escasez de lluvias no favorece la descalcificación.
Antecedentes históricos, presente y futuro del Aceite de Navarra.-
El olivo es un cultivo mediterráneo que está presente en la historia y el paisaje de Navarra desde hace dos mil años. Primero fueron los fenicios, los griegos y los romanos, y más tarde los árabes, los que extendieron y perfeccionaron las técnicas de cultivo del olivar y de extracción de aceite. La arqueología ha encontrado testimonios de la existencia de molinos de aceite o “trujales” en las villas romanas de Liédena, Cascante, Barillas, Ablitas y “Las Musas” de Arellano.
A lo largo de los siglos, la extensión e importancia de los olivares ha sufrido altibajos. Tras un periodo de decadencia, coincidiendo con la caída del Imperio Romano, la elaboración del aceite se reactivó en esta región en la Edad Media con la aparición de los primeros regadíos. Después atravesó épocas de olvido hasta el primer tercio del siglo XX en que los olivares navarros vivieron una nueva etapa de esplendor y algunos de sus aceites recibieron galardones y reconocimientos, como le ocurrió a un aceite de Cascante en la Exposición Universal de Sevilla de 1929.
El olivar siempre ha formado parte del paisaje navarro como un cultivo rústico, adaptado a terrenos áridos. Su producción, orientada al consumo local, se ha cuidado con mimo artesano. Y el aceite ha sido parte de la cultura y dieta familiar.
Hoy en día, el reconocimiento a nivel mundial de las grandes virtudes de la dieta mediterránea, ha hecho que crezca la demanda de éste. Gracias a ello, el sector olivarero ha entrado en una etapa de crecimiento y está experimentando una expansión espectacular. Han aumentado las plantaciones intensivas, los trujales se están modernizando y, dentro de la agricultura, éste es un sector atractivo para la inversión. Además, el consumo sigue aumentando y aún está lejos de haber alcanzado su techo.